Si estoy de mal rollo o siento mucha contaminación
emocional, miro este cuadro.
Murakami hace todo con sentido. Cada color, cada círculo, cada salpicón de pintura.
Los dorados están especialmente escogidos para la cabeza por la unión al cosmos. La parte derecha e izquierda del cerebro reflejada en los ojos.
Nos implica a una supra realidad que nunca desvincula el nacimiento con el mas allá planetario y estelar.
En pocas palabras, nos recuerda la grandeza de ser tan pequeños dentro de la galaxia.
La espiritualidad, la alegría y el sexo casi siempre están presente en las obras de Murakami.
Que cada uno lo encuentre, si algo haya.
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