No.
Todo acaba de empezar.
Aunque un poco dando tumbos hacia la Conciencia, me doy cuenta que, ya no hay ninguna resistencia. Ya no hay ningún control.
No podemos controlar, elegir, alargar nuestro tiempo. Nuestra existencia en este planeta.
Crecemos oyendo esto. Pero lo evidente es tan cotidiano que perdemos su sentido.
Una vez que duermes en el Purgatorio. Cuando visitas el Infierno. Cuando contemplas cada partícula de oxigeno que penetra en tu pulmón. Entonces tu cuerpo se hace Consciencia viva hacia ningún control sobre la vida que nos queda.
Tumbada en la cama, entre las sabanas blancas del hospital.
Siento como comienza en mis pies, subiendo por mis piernas, vientre, pecho, garganta, brazos, nuca y ohhh en el último punto que finaliza en la cabeza. Siento el Momento.
Ahora soy Momento. Todo se relaja y ya no hay resistencia.
Lloro. Piensan cuanto te duele y tú, tan solo, estas despidiendo a quien fuiste y no volverás a ser.
No lloro con pena, si no porque, algo nuevo penetra en mí.
Me desconcierta, al tiempo que me invade de toda esa tranquilidad añorada.
