miércoles, 28 de octubre de 2009

mediocridad vs vulgaridad


La mediocridad de las personas con las que comparto parte del día esta formada por una inseguridad decadente.
Algunas de estas personas, la mayoría mujeres, necesitan sentirse originales. Compensan su desilusión de no ser lo que sueñan, llamando la atención con vulgaridades y un físico que nunca llega a convencer.
Las personas, de veras, vulgares intentan sentirse diferentes y especiales llamando la atención.
Algunas mujeres utilizan el lenguaje verbal o físico para desatar atención del sexo opuesto. Poca percepción a la indiferencia natural del personal. Su reacción a la indiferencia suele ser agresiva.
La mujer tacha la indiferencia del hombre a sus provocaciones físicas, como que el es un gay, un idiota o un chulo. Y en cualquiera de los casos, nunca aceptará que la otra persona no está interesada.
Si es un hombre el que provoca "intelectemocional" y, la mujer no reacciona como a el le gustaría, resulta que esta es una estrecha, una ignorante o una niñata.
A mi me resulta aburrido que alguien me diga "yo te la metía hasta el fondo mientras la chupas" cuando se está hablando de los delfines rosados.
Hay a quien le resulta excitante, interesante y único.
Puede que me recuerde a la parte obsesiva de mucha gente que me ha hecho luchar tanto por un poco de verbo.

Depende de donde venga la vulgaridad no es ofensiva. La espontaneidad no es vulgar. Cuando se practica sexo se debe ser vulgar, grosero y divertido, de lo contrario puede resultar sexo pedante y siliconado.

Ser vulgar es consecuencia de algo que ni se puede aprender, ni adquirir. Generalmente es la consecuencia directa de carencias creativas y de crecimiento interior.
A veces la vulgaridad va unida a una genética, como la de los rasgos físicos, algunos sin depurar, después de generaciones de hambre o trabajo físico.
El vivir bien, en paz, sin tener preocupaciones de supervivencia proporciona tiempo para elaborar la mente, para hacerla florecer con equilibrio. No es cuestión de ser clasista ni de buscar la raza aria.

La educación también se depura a lo largo de generaciones y la clase se introduce en el ADN, por lo que es imposible adquirir clase a golpe de talonario o de clases en academia.
No hay que jugar al golf, ni conducir un Porsche Cayenne para tener clase. Hay personas en la indigencia con una clase exquisita, no abundan, pero las hay.
Tampoco uno se hace especial a golpe de provocación, de calentar braguetas o cabecitas. Esto solo alimenta el narcisismo y quita flexibilidad hacia el paso del tiempo.
Si me dan a elegir, siempre preferiré la mediocridad a la vulgaridad. La mediocridad contiene un lado dulce, un restregón tierno de compresión.
La vulgaridad se abandera sin pudor, vergüenza ni inteligencia.

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