
A principios de septiembre hay un movimiento en el aire extraño e intenso.
Gente que vuelve de vacaciones, gente que nos vamos de vacaciones.
Comienzan a verse los niños con caras tristes, padres estresados comprando material escolar. Comienzan los fascículos, las rebajas moribundas en algunas tiendas, el tráfico y falta de aparcamiento. Gente al volante malhumorada y morena.
En septiembre cambia la luz, se convierte en azulada en vez de amarilla y todos sabemos que es el pistoletazo de salida al invierno. Nadie piensa en el otoño ni en los árboles de hoja caduca.
Hay quien llega con los deberes no hechos del verano y se sacude cual canción de Queen "I want to break free".
También está la satisfacción de los deberes hechos. De haber abandonado adiciones y conductas negativas. También están los días de biblioteca mientras otros tomaban el sol.
En cualquiera de los casos, el verano ha acabado y es la primera vez que estoy contenta de ello. Ha sido un verano con mucho trabajo interior y exterior.
Pedazos de mi verano:
Fui a comprar flores en el primer año y no se por que me acordé de Michael Jackson de su alma dulce y atormentada y también le compré flores blancas. No sabía que le hubiera gustado y bajo no se que inspiración le dejé las flores en la rotonda que hay frente al Bernabeú.
Un día de agosto comprando comida oriental en una tienda de General Margallo, no había nadie mas que toda la familia de chinos en la tienda.
Hacia mucho calor. Los chinos en España son poco comunicativos, hasta huraños.
Se pusieron a abrir una sandía con una especie de cuchillo sable que yo miraba de reojo, empiezan a partirla y me hacen señas para darme un trozo. Yo no sabía si tenía que quedarme ahí de pie comiéndola con ellos o pasear por la tienda con ella. Opté por lo primero, comiendo la sandía a bocados y correspondiendo con una sonrisa a lo que me decían que evidentemente no entendía y ellos, muy conscientes que no lo hacia, se partían de risa.
Callle Almagro, sol en ambas aceras, el calor parece subir de las profundidades de la tierra y el horizonte se desdibuja como cuando se conduce por una larga carretera en verano. No hay gente, no hay coches.
Pasa la policía nacional, se para, baja ventanilla y yo imagino que es por algún pobre negrito con su manta sentado en cunclillas. Pero no, paran por una pobre blanquita deshaciéndose del calor. "¿Para donde vas? Anda sube que te llevamos".
Algo así me pasó hace tiempo pero con un taxista por la noche cuando salía de un concierto y yo ingenua dejé que me llevara a casa gratis. Digo ingenua porque cuando lo he contado me han dicho que podía haberme pasado de todo.
Siempre lo dice gente que no tiene instinto de supervivencia desarrollado.
Cosas del verano en una ciudad que se ha quedado bastante vacía, a pesar de la crisis y que hasta los panchitos han desaparecido por el calor.